En un sueño de palabras...

Príncipe Silencio: Reseña de Anabel Sáiz Ripoll

5 sept 2017


Anabel Sáiz Ripoll

Príncipe Silencio (Poesía)
María García Esperón
DosOrillas, 2017

Príncipe Silencio es un poemario que recoge un abanico de poemas nacidos de la emoción, de la contemplación, de ese momento en que el alma se ensimisma y vuelve a la infancia y trota, alegre, al lado de un unicornio y vuela, presurosa, con el hada más pequeña y le arranca, sin problemas, todas las palabras al príncipe más callado de los cuentos. Es en ese momento, cuando el lector se siente arropado por una antmósfera de fantasía, de riqueza expresiva, en que todo y nada, hoy y ayer, silencio y palabra se dan la mano porque, al fin y al cabo, principio y final son lo mismo, solo que desde otro punto de vista.
Los poemas del libro van desde el arte menor al mayor, desde la rima muy marcada a aquella otra leve y etérea, desde un personaje claro hasta la intuición de una presencia que es y no es al mismo tiempo.
Varios son los temas que la autora roza con su varita de ritmos. Así, el sueño es uno de los más importantes. Soñar que soñamos, soñar al otro, soñar el amor, soñar que el sueño el real, soñar, por qué no, despierto. La palabra es asimismo otro motivo de la autora, palabra callada, palabra apenas pronunciada y que ya no nos pertenece, las preguntas, sobre todo aquellas que carecen de respuesta se asoman, sin miedo, entre los versos de este libro. El paso del tiempo y la confluencia de los aspectos temporales, el hoy y el ayer y el mañana, en una especie de eterno retorno es quizá uno de los temas destacados. Los elementos de la naturaleza, las plantas, el mar, la tierra van entrelazándose para dar cuerpo a los poemas y permitir que los sentimientos fluyan. El amor, el desamor, la soledad, la búsqueda del destino y la verdad se columpian del brazo del príncipe silencio y le dan la mano al hada infinito.
Son poemas muy rítmicos, llenos de imágenes visuales, de sinestesias, que nos permiten oler, paladear, sentir, estar, ser protagonistas de muchas de las escenas que la autora nos muestra. A menudo la primera persona se hace dueña y señora de los versos y muestra un poso de ternura lleno de magia, pero también de melancolía, una melancolía de la infancia, del recuerdo, del tiempo que se nos fue, de aquel destino que nos aguardaba y pasó de lejos. Cerca y lejos, sí, como leemos en uno de los poemas, así va galopando el príncipe silencio, entre lo que no pudo ser y lo que acaso sea, pero que aún no es. La paradoja es, sin duda, una de las bazas del poemario.
En definitiva, un poemario para degustar muy despacio, para dejarse envolver sin miedo, para sentirse seducido por el poder de las palabras.